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domingo, 3 de junio de 2007

El precio de la verdad

Stephen Glass, un joven periodista del The New Republic, agobiado por sus estudios paralelos de Derecho, parece un chico responsable con su trabajo, con muchos contactos, que mantiene una buena relación con sus compañeros y además, gracioso. ¿Quién podría pensar que todo lo que cuenta, lo que escribe, es una gran mentira? Prácticamente desde el primer hasta el último artículo escrito, desde la primera hasta la última fuente citada. Y es que la mentira puede resultar útil durante un rato, incluso durante un corto tiempo, pero al final, sea como sea, se vuelve contra tí.

En la película "El precio de la verdad", el protagonista va ganándose el cariño de los espectadores, es decir, el nuestro. De tal forma que cuando se descubre "el pastel" no sólo a sus compañeros periodistas les cuesta creer sus continuas farsas, sino que también nos cuesta a nosotros mismos. Un dato muy importante que el mismo protagonista y falsificador desvela es el hecho de que un medio serio, como pudiera ser The New Republic, se conforme con unas notas para confirmar la veracidad de un artículo o reportaje. Y hay que tener en cuenta que ésta fue una de las principales causas del escándalo.




Tendrá que ser un periódico digital, el estadounidense Forbes.com (supuestamente, por estar en la Red, mucho menos creible y serio que el otro) el que acuse al periodista así como su falta de profesionalidad.

Pero esto va mucho más allá de una simple historia ficticia. Es real. Y seguramente, en algún rincón del mundo seguirá dándose en estos momentos. (Se han dado casos similares, tanto en medios en Internet, como en otros. Por ejemplo el fraude de Wired.com, u otros).

Stephen Glass, tiene rostro. Nació en 1972 y estudió en la Universidad de Pennsylvania. Allí comenzaría una carrera profesional como periodista, durante la que llegó alto, pero que a la vez fue la que le hundió. Fue editor de The Daily Pennsylvanian (donde escribió artículos como Street Sweper), el periódico de los estudiantes. Después de su graduación, con sólo 23 años, comenzó a trabajar, más centrado en el tema político, para The New Republic.

Uno de sus artículos, Hack Heaven (Paraíso Hacker) , fue el que levantó las sospechas. Un joven de 15 años, hacker informático, exigente, con representantes, al que lo único que le movía a su temprana edad era el dinero ("Show me the money!") consigue atravesar el sistema de seguridad online de Just Micronics. Era una historia increible. Hasta tal punto que ni siquiera tenía un ápice de verdad (ni las fuentes, ni el lugar en el que supuestamente había tenido lugar un congreso de hackers, etc.). El dato más sorprendente era el de la empresa Jukt Micronics, una gran firma de software sin página web, ¿cómo era posible? Y de todo ello no se dio cuenta el director del propio periódico, sino el reportero de la edición on-line de la revista Forbes, Adam Penenberg.
Éste dejó constancia de que un medio, no importa si se encuentra en la Red o se compra en el quiosco, tiene fiabilidad, y se gana la cualidad de "serio" cuando sus métodos se basan en los principios que todo periodista ha de seguir, entre ellos, el de la honestidad.


El desenmascaramiento de Glass (que incluso, como tapadera, llegó a crear una página web falsa de esa empresa inexistente ya nombrada) no sólo conllevó su despido definitivo sino también el positivo desarrollo de los medios digitales, que en EEUU, en esos años 90, ya habían comenzado a aparecer. Y que a partir de este momento ganarán en credibilidad, en prestigio.

Tras el fraude, The New Republic tuvo que dar la cara. Lo hizo poco después mediante la publicación de sus disculpas.

MÁS enlaces de interés:

Fotografías sacadas de: Página oficial de la película; Google -imágenes- y Wikipedia.